octubre 10, 2009

Arrieros somos...

Todo pintaba para que el jueves pasado fuera uno de esos días que uno desea olvidar, pero que terminas recordando por mucho tiempo por las cosas malas que te pasan. No era ni medio día y ya tenía un gran problema económico que enfrentar, no le entregué avances a mi asesora de tesis, y en lugar de regañarme y darme oportunidad de echarle la culpa de mis desgracias, me trató con el mayor desprecio e indiferencia; y para colmo de males, las cosas en personal también estuvieron terribles. Así, con la cola entre las patas y mi autoestima por los suelos, fui a casa de mi abuelita para pedirle dinero y pagar la renta. Esa fue la mejor decisión que tomé en el día. Cuando llegué estaba preparando su internacionalmente aclamada cochinita pibil y desde ese momento supe que todo iba a mejorar. Nos sentamos en la cocina y empezamos a platicar.

- Es que Alejandrita me pidió cochinita para su trabajo, y la quieren sin grasa pero así no sabe, así que mejor se la pongo bien picadita.
- ¿Y eso qué es?
- La cabeza, y lo de acá la oreja; mira que rica se ve, pero ya no me la puedo comer, por lo de la diabetes… ¿a ti te gusta?
- No, me da cosa.

Y así, entre picar la cabeza, sacarle el ojo, colar y echarle el caldito naranja que lleva la carne, me fue llevando desde como al nacer, mi bisabuelita Elsa inició labores de parto un miércoles y parió hasta el sábado, y que por eso no quiso tener más hijos, hasta el que pasó con el papá de mi papá y cómo conoció a mi abuelo Ernesto, pasando por su infancia y por qué dejaron Mérida y vinieron al DF.

Me enteré que soy el quinto Antonio Dorantes de la familia, que a casi la mitad de las mujeres les han dicho Mary, y a la otra mitad les pusieron Anita por una tía de mi abue que no tuvo hijos porque fue de chismosa al panteón a ver como fusilaban a Felipe Carrillo Puerto, y que ese día estaba reglando y que después de ese suceso ya nunca más volvió a sufrir de la visita de Andrés.

Y que el tío Antonio (que también era el suegro Antonio, porque el esposo Antonio era a la vez el primo Antonio :P) no tomaba pero era muy dicharachero, hasta que una señora que quería con él, al no verse correspondida, metió una foto del tío en una botella de alcohol, y la arrojó al mar. La bujería funcionó y el patriarca le entró con singular alegría al chupe, a tal punto que dejó de pagar las cuentas de la panadería que tenía y tuvo que emigrar a la gran capital huyendo de sus prestamistas. Y así fue como inició el éxodo a la Ciudad de México. Mi bisabuelo, panadero también, llegó buscando una mejor vida y estuvo trabajando por recomendación de su primo-consuegro, en la panadería Ideal, hasta que llegó Bimbo y la compró y tuvo que buscar de nuevo.

Mi abuela vivió únicamente 10 años en Mérida; dejó la leche y el huevo fresco, el pollito que su mamá mataba y le cocinaba a diario y los juegos con las primas junto al jazmín, por un pequeño departamento en la San Rafael. Llegaron el 13 de noviembre del 49, y una de las primeras cosas que hicieron fue, siete días más tarde, ir al desfile de los deportistas que encabezó Alemán.

Todo iba relativamente bien, se casó, tuvo a sus primeros 3 hijos, se mudaron un par de veces hasta que un día, el esposo y el padre se sacaron el premio mayor de la lotería, con lo que se pudo comprar la casa de Av. del Taller donde viví mi primer año, la cual sabiamente puso a nombre de sus hijos. Y fue lo mejor que pudo hacer porque tan sólo poco después de un año de aquel golpe de suerte, el abuelo Antonio ya se había gastado todo en viajes, ropa y demás, por lo que pensó que era buen momento de vender la casa. Más tarde, sin decir agua va, al tal señor se le hizo fácil agarrar sus maletas, decir ahí nos vemos e irse a vivir con otra persona.

- ¿Y de dónde salió mi abuelo Ernesto? (la otra pareja de mi abuela a quien considero mi abuelo)
-¿Cómo que de dónde salió?
-Sí, ¿Que cómo lo conociste?
- Ah, pues es que tu abuelo Ernesto y tu abuelo Antonio trabajaban juntos en Autos elegantes y eran muy buenos amigos (¡Sopas! Así que le aplicaron lo de El que se fue a la Villa…).

Resulta que, por azares de la vida, llegaron a trabajar juntos y se ayudaban el uno al otro en el estudio de temas de contabilidad. Y una vez que se fue Antonio, Ernesto siguió en contacto mi abuela, por lo que uno de los mejores amigos del esposo fugitivo, se convirtió en mi abuelo. Supe de la vez en que al tío Chito le dio tos ferina cuando tenía sólo 3 meses de edad y casi se nos iba, de lo unida que siempre ha sido la familia, de Nachito (un cráneo que Ernesto tenía en su casa) y como espantaba a mi abue, y de mil cosas más. Aprendí también muchas cosas importantes: 1)No llegues con las manos vacías cuando te inviten a comer a su casa; 2)Siento ahora una enorme responsabilidad en ponerle Antonio a un hijo mío; 3)Hay que tomar la vida con alegría porque no importa lo mal que uno se pueda sentir, ésta siempre encuentra la forma de encontrar el balance adecuado; 4) Dar lo mejor de mí en todo lo que haga y disfrutarlo al máximo, porque no habrá mejor sensación que, cuando sea mayor, poder mirar atrás y sentirme orgulloso y pleno por aquello que he vivido, tal y como lo hace mi abuela.

En fin, después del largo viaje por la historia de una parte de mi familia que fue para mí una especie de Macondo versión Mérida, me siento más orgulloso de quien soy y de donde vengo. Me considero más capaz de enfrentar lo difícil que ha sido esta semana. Los dos mil pesos se los pago este viernes, pero por haber compartido su vida conmigo le estaré en deuda por siempre.

3 comentarios:

  1. ¡Buenísimo! Ahora iré con mi abuela..
    p.d. móchate con la cochinita pibil!!!

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  2. y gracias por recordárnos que la vida es hermosaa a pesar de todo! :)
    Habrá que celebrarla diario!
    Se le quiere ese Toñokin Skywalker!

    p.d. ¡queremos cochinita!

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  3. prometo que en una reunión que tengamos, la hacemos con comida y toda la cosa. estaría más chido, no?

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